Iraq 2003: la guerra que marcó el inicio del siglo XXI


A las 3:40 de la mañana del 20 de marzo de 2003 caen sobre Bagdad las cuatro primeras bombas de una guerra que dará inicio a un convulso periodo para oriente medio y marcaría junto con el 11 de septiembre del 2001 el inicio del siglo veintiuno.

ANTECEDENTES

La invasión de Iraq tiene dos antecedentes clave. El primero es la guerra Irán-Iraq, que se desarrolló entre el 22 de septiembre de 1980 y el 20 de agosto de 1988. Esta guerra dejó a Iraq con unas finanzas muy delicadas, dada la gran deuda acumulada durante el conflicto, unas infraestructuras dañadas o destruidas y una gran cantidad de bajas que habían debilitado la posición del dictador Saddam Hussein. Este, al ver que no podía responder a la deuda y presionado por la misma, tomó una decisión que marcaría el fin de la Guerra Fría: el 2 de agosto de 1990 lanzó la invasión de Kuwait, un pequeño país al sur de Iraq con grandes riquezas petroleras.

La idea de Saddam era anexionar Kuwait y utilizar los pozos kuwaitíes para exportar petróleo y mejorar las finanzas estatales. La reacción internacional fue inmediata: la ONU dio un plazo para que Saddam se retirara de Kuwait; al no hacerlo, una coalición encabezada por Estados Unidos lanzó un ataque contra Iraq y contra las fuerzas iraquíes en Kuwait. Las consecuencias fueron una serie de sanciones que ahogaron aún más las finanzas iraquíes, lo que provocó la paralización de obras de infraestructura y aumentó la pobreza en Iraq. Además, se creó un área de exclusión aérea que redujo las capacidades militares iraquíes.

Durante los siguientes años, aunque sancionado, todo se mantuvo estable hasta el 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos sufrió el mayor atentado terrorista de su historia y el día más mortífero en su territorio desde el ataque japonés a Pearl Harbor. Tras este ataque, la política estadounidense cambió, y esto se reflejó en el discurso sobre el Estado de la Unión que pronunció George W. Bush en 2002, cuando habló del “eje del mal” y denunció a Iraq como miembro de este eje. A partir de ese punto, Bush empezó a ejercer una presión cada vez mayor sobre el régimen iraquí, acusándolo de poseer armas de destrucción masiva (ADM), de correr el riesgo de transferirlas a grupos terroristas y de violar constantemente las resoluciones emitidas por la ONU.

                                                              Discurso de la unión

En octubre de 2002, el Congreso de Estados Unidos aprobó el uso de la fuerza militar en contra de Iraq. Menos de un mes después, el 8 de noviembre de 2002, la ONU aprobó la Resolución 1441, la cual constituía un ultimátum a Iraq para que cumpliera las peticiones del organismo y permitiera el envío de más inspectores, así como un mayor margen de inspección por parte de la UNMOVIC y la IAEA en el país.El problema de esta resolución radicó en su ambigüedad, lo que generó interpretaciones distintas: para Estados Unidos y el Reino Unido, su incumplimiento implicaba la libertad de utilizar la fuerza militar; mientras que para Rusia, China y Francia solo representaba un endurecimiento de las inspecciones, por lo que propusieron convocar un segundo Consejo de Seguridad para revisar esta discrepancia.

El 5 de febrero de 2003, Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, presentó supuestas pruebas fehacientes de la existencia de programas de armas de destrucción masiva (ADM) en territorio iraquí, junto con otros programas que Iraq no debía desarrollar bajo las sanciones impuestas por la ONU. Estas pruebas fueron sustentadas por Powell mediante imágenes satelitales y testimonios de informantes en terreno.Sin embargo, la vía diplomática se mantuvo: Iraq aceptó la Resolución 1441 y los inspectores enviados negaron en sus informes las declaraciones de Powell, afirmando que no habían encontrado pruebas de que Iraq estuviera desarrollando ADM.

Collin Poweell ante el consejo de seguridad de la ONU        

Sin embargo, la administración Bush, junto con los británicos, aumentó la presión, lo que fragmentó al Consejo de Seguridad. Un bloque, denominado “eje de la paz” y conformado por Francia, China y Rusia, pidió más tiempo para las inspecciones, argumentando que Iraq mostraba disposición a cooperar. Por otro lado, Estados Unidos, el Reino Unido y España conformaron el bloque “belicista”, que buscaba declarar a Iraq como violador de los acuerdos y resoluciones emitidas por la ONU. El 8 de marzo, el bando belicista presentó ante el Consejo de Seguridad una carta de ultimátum contra Iraq, en la que se planteaba que el país debía demostrar de manera clara que se encontraba en un proceso masivo de desarme. Francia y Rusia dejaron clara su postura de no estar de acuerdo con el uso de la fuerza militar como primera instancia.

Entre el 11 y el 17 de marzo, el bloque belicista intentó que el Consejo de Seguridad aprobara su propuesta, pero no lo consiguió. Ante ello, el 17 decidieron retirarla, y tanto el Reino Unido como Estados Unidos comenzaron a prepararse para una acción unilateral. Ese mismo 17 de marzo, George W. Bush lanzó un ultimátum a Saddam Hussein para que abandonara el poder; a partir de ese punto, la acción bélica era ya inevitable.

Durante el periodo de negociaciones, el alto mando iraquí se había preparado igualmente para el combate. El plan defensivo fue ideado por Saddam Hussein, líder de Iraq; Qusay Hussein, su hijo y comandante de la Guardia Republicana y de la Organización de Seguridad; Ali Hassan al-Majid, comandante de la región sur de Iraq; Izzat Ibrahim al-Douri, vicepresidente del Consejo Revolucionario; el general Sultan Hashim Ahmad al-Tai, comandante de las Fuerzas Armadas iraquíes; el general Raad al-Hamdani, comandante del 2º Cuerpo de la Guardia Republicana; y el general Hossam Mohammed Amin, responsable de los programas de armas iraquíes.

El plan consistía en una campaña defensiva enfocada en desgastar al enemigo. Suponían que la coalición lanzaría su ataque desde Kuwait, siguiendo un avance similar al de la Guerra del Golfo. Por ello, prepararon zonas de destrucción en la ruta Kuwait-Bagdad mediante dos cinturones defensivos principales y la creación de ciudades fortaleza.

Saddam Hussein, líder y dictador de Iraq           

El cinturón defensivo exterior se ubicó en un nodo de conexión entre las principales autopistas del sur de Iraq y el paso de Karbala, en lo que se denominaría la línea Karbala–An Nasiriyah–Al Kut. Detrás de esta se encontraba la línea de reacción, donde se concentraban algunas de las mejores fuerzas iraquíes, cuya función era cerrar las brechas que surgieran en la línea y, si se presentaba la oportunidad, realizar contraataques. Más atrás se hallaba un segundo cinturón defensivo alrededor de Bagdad, que funcionaba como anillo de defensa exterior de la capital. Finalmente, las ciudades fortaleza cumplían el papel de atraer y generar atrición en las fuerzas invasoras; entre estas se encontraban Basora, Karbala y Najaf.

El ejército iraquí, aunque numeroso, ya no era el mismo de la Guerra del Golfo, en la que había sufrido grandes bajas humanas y materiales de las que no se había recuperado por completo. Además, su equipamiento era obsoleto, debido tanto a las limitaciones económicas como a las sanciones que impedían la compra de nuevo armamento. Aun así, Iraq contaba con alrededor de 23 divisiones de infantería y 10 divisiones mecanizadas en su ejército, además de 5 divisiones de la Guardia Republicana —Medina, Bagdad, Hamurabi, Al-Nida y Nebuchadnezzar— y las milicias paramilitares Fedayeen Saddam. En conjunto, Iraq disponía de:

  • Ejército: Entre 270.000 y 300.000 soldados
  • Guarida revolucionaria: Entre 80.000 y 100.000 soldados que eran las más preparados de las fuerzas armadas iraquíes
  • Fuerzas paramilitares: Entre 40.000 y 60.000 miembros
  • Vehículos terrestres: En su conjunto las fuerzas iraquíes contaban con entre 5.800 y 6.900 equipos siendo entre 1.800 y 2.000 MBT, en su mayoría T-55 y T-62s con unas pocas unidades de los T-72 León que eran los MBT más avanzados en el stock iraquí, asi mismo contaban con entre 2.000 y 2.500 vehículos blindados y entre 2.000 y 2.400 piezas de artillería y sistemas MLRS
  • Aviación: La fuerza aérea iraquí contaba con alrededor de 312 aviones y helicópteros siendo de estos 120 cazas entre Mig-25, Mig 23, Mig 21 y Mig 29, 70 aviones de ataque a tierra entre Su-22 y Su-25, 120 helicópteros entre Mi-8, Mi-17 y Mi-24
General Tommy Franks    

Por su parte, Estados Unidos, en los meses previos, ya estaba movilizando equipo y tropas hacia Kuwait, pues su decisión de entrar en guerra se había tomado incluso antes del último intento diplomático de evitarla en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Las fuerzas estadounidenses y aliadas que se concentraban en Oriente Medio estaban bajo el mando del general Tommy Franks, máximo comandante del Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM). Junto a él conformaban el alto mando el general David D. McKiernan, comandante de las fuerzas terrestres de la coalición; el general T. Michael Moseley, comandante de las fuerzas aéreas de la coalición; y el general John Reith, del ejército británico, como jefe de operaciones conjuntas.

Las fuerzas de la coalición estaban integradas por la 3ª División de Infantería, las 101ª y 82ª Divisiones Aerotransportadas, la 1ª Fuerza Expedicionaria de Marines y el V Cuerpo del Ejército de Estados Unidos; además de la 1ª División Blindada y la 3ª Brigada de Comando de los Royal Marines del Reino Unido; unidades de la 1ª Brigada y del Regimiento de Servicio Aéreo Especial (SAS) australiano; y la unidad GROM de fuerzas especiales polacas.

Estas fuerzas conformaban:

  • Ejército: Alrededor de 224.000 soldados, siendo 177.000 estadounidenses, 45.000 británicos, 2.000 australianos y 200 polacos
  • Vehículos terrestres: La coalición reunió alrededor de 3.170 vehículos, siendo de esto 1.120 MBT, 1.000 M1A1 Abrams estadounidenses y 120 Challenger 2 británicos; 1.190 vehículos blindados, siendo 1.000 M2 Bradley, 150 Warriors y 30 Brushmaster; y finalmente alrededor de 860 piezas de artillería, con 800 piezas estadounidenses, 40 británicas y 20 australianas  
  • Aviación: La coalición desplegó 1.934 aeronaves; 1.414 cazas, siendo 800 estadounidenses entre AV-8B Harriers II, F-15E/C, F-16C/D y F/A*18 C/D/E/F, 100 británicos entre Tornados y Harriers y 14 australianos F/A 18; se desplegarían además 120 bombarderos, 40 B-52 stratofortress, 20 B-1 lancer 6 6 B-2 Spirit; adicionalmente se desplegarían 400 helicópteros, 380 estadounidenses y 20 británicos
El plan ideado por la coalición se estructuró en cuatro fases, enfocadas en un objetivo estratégico conciso: realizar una ruptura y avanzar rápidamente hacia Bagdad para colapsar el régimen y evitar cualquier intento de reorganización de las fuerzas armadas iraquíes tras penetrar sus líneas defensivas exteriores. 

La primera fase fue la de preparación, en la cual la fuerza aérea atacaría edificios gubernamentales, centros de mando y control, pistas, aeronaves y sistemas de defensa aérea para lograr el dominio en el espacio aéreo sobre Iraq. Tras esta, la segunda fase consistiría en la penetración y el rompimiento de las líneas iraquíes; la tercera fase sería el avance hacia Bagdad, y la cuarta, la toma de la ciudad.


LA BATALLA

Entre el 1 y el 5 de marzo de 2003, las fuerzas de la coalición comenzaron a desplazarse hacia sus puntos de partida previamente establecidos para la campaña, a la espera de las órdenes correspondientes para el inicio de las hostilidades. Durante la noche del 18 al 19 de marzo se dio el paso final previo al inicio de la operación, cuando grupos SORF de fuerzas especiales se adentraron en Iraq para realizar labores de reconocimiento en la retaguardia.

A las 3:40 de la madrugada del 20 de marzo de 2003, dos aviones furtivos de ataque F-117 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tras penetrar sin ser detectados por las obsoletas defensas aéreas iraquíes, lanzaron cuatro bombas EGBU-27 antibúnker sobre Dora Farms, en el corazón de Bagdad. De esta manera, se daba inicio a la primera gran guerra del siglo XXI, la denominada Operación Libertad Iraquí. Pocos minutos después de este ataque inicial, la US Navy lanzó desde sus destructores ubicados en el Golfo Pérsico 40 misiles Tomahawk dirigidos hacia Bagdad. Su objetivo era continuar la acción de shock iniciada por los F-117, pero a mayor profundidad, impactando en edificios gubernamentales y zonas de comunicaciones, lo que dejó ciegos y sordos a los mandos iraquíes.

Primeros ataques sobre Bagdad                                                                                                          

Durante el resto de la jornada, la presión aérea sobre Iraq no hizo más que incrementarse. La aviación de la coalición intensificó sus operaciones, concentrando sus ataques sobre las defensas antiaéreas, los nodos logísticos y las principales zonas de comunicación, en un intento de desarticular la coordinación iraquí. Al mismo tiempo, proporcionaba apoyo cercano a las fuerzas terrestres que ya habían cruzado la frontera: la 3ª División de Infantería avanzaba con decisión hacia el interior del país, enfrentándose a duros combates en Najaf, donde las fuerzas paramilitares iraquíes ofrecieron una resistencia más férrea de la esperada. Las acciones de infantería mecanizada, combinadas con el apoyo aéreo, marcaron el tono de una campaña que, aunque planificada para ser relámpago, pronto mostró los signos del caos propio de una guerra irregular.

Entre el 21 y el 22 de marzo, se produjo un serio contratiempo para el avance de la coalición: la batalla de Nasiriya. En esta ciudad, situada a orillas del río Éufrates y bajo control de las milicias iraquíes, la 507 Compañía de Mantenimiento del Ejército de Estados Unidos tomó un desvío equivocado durante su desplazamiento logístico. Este error la condujo directamente a una emboscada, donde fue prácticamente aniquilada por las fuerzas iraquíes. El suceso tuvo un fuerte impacto psicológico y operacional: obligó al mando estadounidense a desviar unidades de combate para asegurar la zona, retrasando considerablemente el avance general hacia Bagdad y demostrando que, pese a la superioridad tecnológica, el terreno urbano y la guerra asimétrica podían neutralizar momentáneamente la maquinaria militar más poderosa del mundo.

Mientras tanto, en el sur del país, se abría un segundo eje de avance sobre Iraq en dirección a Basora, la segunda ciudad más grande del país. Esta ofensiva estaba liderada por la 1.ª División Blindada del Ejército británico, cuyo objetivo principal era asegurar los flancos meridionales y evitar cualquier intento de reestructuración de las fuerzas armadas iraquíes. El avance hacia Basora no solo tenía importancia táctica, sino también estratégica: controlar la región significaba dominar el acceso al Golfo Pérsico y garantizar la protección de las zonas petroleras del sur, un recurso clave tanto para la estabilidad económica iraquí como para los intereses de la coalición.

Tropas estadounidenses durante la batalla de Nasiriya       

Entre el 23 y el 28 de marzo se frena el avance de la coalición. Varios medios internacionales afirman que la guerra se ha estancado, pero la realidad sobre el terreno es que este repentino freno se da por dos importantes motivos. El primero es una gran tormenta de arena que azota Iraq, considerada una de las más intensas que había sufrido el país en décadas; el segundo es de carácter logístico, ya que, debido al rápido avance de la coalición, las líneas de suministro habían quedado sobreextendidas y se necesitaba una pausa operacional para reajustarlas y permitir una logística estable a las unidades de vanguardia.

Tras estos días, los avances se reanudan con pocas acciones militares entre el 29 y el 31 de marzo. Sin embargo, entre el 1 y el 3 de abril se libra la batalla por la brecha de Karbala, defendida por la División Medina de la Guardia Republicana. Las fuerzas estadounidenses lanzan un gran ataque aéreo para ablandar las posiciones iraquíes y, posteriormente, la 3ª División estadounidense ejecuta un ataque blindado nocturno contra dichas posiciones, las cuales no contaban con equipos lo suficientemente avanzados para enfrentar las miras nocturnas estadounidenses. Esto provoca que las fuerzas iraquíes comiencen a retirarse, y, pese a los esfuerzos defensivos entre el 2 y el 3 de abril, la cohesión de la División Medina finalmente flaquea tras sufrir una gran cantidad de bajas y pérdidas de equipo, lo que culmina con su destrucción y la toma del último reducto iraquí antes de Bagdad.

Fuerzas estadounidenses durante la batalla de Karbala                                                                   

Entre el 3 y el 4 de abril se inicia la batalla por Bagdad. La 3ª División lanza un ataque hacia el Aeropuerto Internacional de Bagdad con el objetivo de tomarlo y asegurarlo. Sin embargo, este sigue siendo defendido por la Guardia Republicana Especial, la unidad más leal a Saddam Hussein. La batalla, no obstante, se resuelve rápidamente a favor de las fuerzas estadounidenses: la 3ª División, para no perder tiempo, lanza un ataque blindado contundente, mientras que, simultáneamente, la 2ª Brigada de la misma división corta las rutas de acceso a Bagdad desde el sur y el oeste para impedir la llegada de refuerzos.

Asimismo, las 101ª y 82ª Divisiones Aerotransportadas de Estados Unidos, con el fin de evitar cualquier intento de reorganización de las fuerzas iraquíes, comienzan a ampliar el frente más allá del corredor hacia Bagdad, librando pequeños combates en distintas poblaciones, entre ellas Al-Hillah, donde los enfrentamientos fueron particularmente destacados.

Unidades de la 3ª división capturando el aeropuerto de Bagdad                                                    

Con los accesos a Bagdad controlados y la ciudad rodeada, el alto mando de la coalición se preparó para el asalto final sobre Bagdad. El plan era arriesgado, pero de funcionar evitaría la destrucción de la ciudad y el estancamiento en un típico asedio calle por calle. La estrategia de la coalición consistía en sobrepasar las defensas exteriores de Bagdad y adentrarse rápidamente en el corazón de la capital para tomar los centros de gobierno; de este modo se impondría de facto el control gubernamental y no se daría tiempo a una reacción organizada de las fuerzas iraquíes restantes. A estas maniobras las denominaron Thunder Runs.

El 5 de abril, se lanzó el primer Thunder Run, concebido como una operación de reconocimiento con fuerza. Fue ejecutado por la 2ª Brigada de la 3ª División, que desplegó 29 tanques M1A1 Abrams y 14 vehículos de combate M2 Bradley. La operación partió del Aeropuerto de Bagdad, debía alcanzar la zona gubernamental y regresar al aeropuerto; al ponerse en marcha, cumplió sus objetivos sin inconvenientes, lo que permitió avanzar al siguiente paso de la toma de la ciudad.

Vista desde un M2 Bradley en el primer Thunder Run sobre Bagdad                                        

El 7 de abril se lanzó el segundo Thunder Run, nuevamente encabezado por la 2ª Brigada, pero esta vez con un objetivo claro: llegar, tomar y asegurar la zona gubernamental de Bagdad, concluyendo así la toma de la capital. La operación se puso en marcha y, pese a algunos enfrentamientos menores, resultó un éxito. El régimen de Saddam Hussein, militarmente hablando, había llegado a su fin tras 24 años en el poder.

El 9 de abril, cientos de iraquíes se reunieron en la plaza Firdos y comenzaron a derribar una estatua del depuesto dictador. Esta escena fue grabada y quedó como una de las dos imágenes icónicas que marcaron el inicio del siglo XXI (la otra fue el impacto del segundo avión contra el World Trade Center).


Pese a la toma de Bagdad y la práctica disolución del ejército iraquí, quedaron una serie de reductos finales del régimen. En el norte, estos reductos eran Kirkuk y Mosul, los cuales se rindieron entre el 10 y el 11 de abril tras una gran ofensiva kurda sobre los mismos. El 13 de abril cayó el último bastión del régimen: la ciudad de Tikrit, que fue tomada por la Task Force Tripoli de los marines de Estados Unidos.

El 1 de mayo de 2003, a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln, el presidente George W. Bush declaró el fin de las operaciones de combate en Iraq, acompañado de una gran pancarta detrás de él con la leyenda: “Mission Accomplished” (“Misión cumplida”).

CONSECUENCIAS

La invasión de Iraq trajo grandes cambios e impactos a nivel geopolítico y regional. A nivel regional, la caída del régimen, aunque inicialmente fue vista de buena manera por gran parte de los países árabes y por la población iraquí, rápidamente pasó de ser una etapa esperanzadora a una fase destructiva, ya que se inició una guerra asimétrica contra las fuerzas de ocupación. Esto llevó a que Estados Unidos se viera envuelto en un conflicto constante desde 2003 hasta 2011, año en que comenzó su retirada de Iraq.

Por otro lado, se instauró un nuevo gobierno en Iraq, pero este fue incapaz de ocupar el espacio de poder dejado por el régimen de Hussein. Rápidamente, ese vacío fue aprovechado por grupos terroristas como Al Qaeda e ISIS, que comenzaron a tomar zonas del país y a controlarlas de facto, pese a los esfuerzos del nuevo gobierno iraquí, el cual carecía de las capacidades necesarias para afrontarlo. Asimismo, una parte de Iraq empezó a gobernarse de manera autónoma debido a la fragilidad del Estado central y a su incapacidad para brindar seguridad. Esta región, conocida como el Kurdistán iraquí, se convertiría en una de las pocas zonas estables del país.

Mosul durante la guerra contra el ISIS                                                                                               

Para Estados Unidos, estos acontecimientos lo obligaron a enviar más tropas y concentrar mayores recursos en Oriente Medio, trayendo como consecuencias, en primer lugar, un aumento de las bajas: más de 35.000 heridos y 4.500 muertos, junto con un gasto superior a dos billones de dólares. En segundo lugar, se produjo una pérdida significativa de poder blando, ya que se demostró que Reino Unido y Estados Unidos, líderes del bando proguerra en la ONU, nunca encontraron pruebas de armas de destrucción masiva (ADM) por parte de Iraq. Esto afectó fuertemente su credibilidad y aumentó la desconfianza de la comunidad internacional, desconfianza que se intensificaría tras las acciones en Libia en 2011.

Finalmente, la consecuencia más importante para Estados Unidos fue que esta sobreconcentración en Oriente Medio provocó un descuido de Europa y Asia, lo que permitió que Rusia y China se fortalecieran. Un ejemplo de ello fue la invasión rusa a Georgia en 2008.

Tropas rusas en Georgia año 2008                                           

Para los civiles de Oriente Medio, especialmente de Iraq y Siria, la guerra representó el inicio de una hecatombe que culminaría con el desplazamiento de millones de sirios e iraquíes hacia Europa, y con la muerte de más de 500.000 iraquíes. Además, la infraestructura iraquí quedó gravemente dañada por la guerra que siguió a la invasión, y su reconstrucción tomaría años; de hecho, hasta la actualidad (2025), Iraq apenas está comenzando a desarrollar megaproyectos de recuperación y modernización.


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